Soy el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania y les digo: éste no es momento de hablar

KIEV.— Al parecer, Rusia está lista para un cese al fuego. La puerta para iniciar negociaciones nunca ha estado cerrada, dijo hace unas semanas el Kremlin.
No se dejen engañar. Sin importar lo que digan los funcionarios, Rusia sigue centrada en la guerra y busca arruinar a Ucrania y destruir a Occidente. Las imágenes de Odesa, azotada por misiles rusos apenas horas después de que se alcanzó un acuerdo para autorizar las exportaciones de grano de los puertos del sur, deberían disipar cualquier ingenuidad que haya persistido hasta ahora. Para Vladimir Putin, un cese al fuego en este momento sólo permitiría que sus agotadas fuerzas invasoras tomaran un descanso antes de regresar con aún más agresividad.
La verdad es simple: Putin no se detendrá hasta que se le ponga un alto. Es por eso que los llamados a favor de un alto al fuego que se escuchan en toda Europa y Estados Unidos están fuera de lugar. Éste no es momento de aceptar propuestas de cese al fuego o acuerdos de paz poco favorables. En cambio, la misión es vencer a Rusia y limitar su capacidad para atacar de nuevo en el futuro próximo. Con apoyo constante y oportuno, Ucrania tiene la competencia y la preparación para hacerlo. Nadie quería que esta guerra sucediera, excepto Rusia, y ningún otro país en el mundo quiere la paz más que Ucrania, pero una paz duradera —en lugar de la bomba de tiempo que implica un conflicto congelado— sólo es posible si Rusia sufre una derrota significativa en el campo de batalla. Es por eso que Ucrania debe ganar. Sólo así Putin buscará la paz y no la guerra.
No es como si los rusos estuvieran allanando un camino concreto hacia un cese al fuego. Un día, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia afirma que el país está listo para ampliar sus objetivos de guerra. Al siguiente, declara que Moscú está preparada para negociar con Kiev “una gama más amplia de cuestiones”. A finales de junio, el portavoz de Putin sugirió que Ucrania debía aceptar los ultimátums de Rusia y deponer las armas para dar por terminada la guerra. La semana pasada, dijo que Rusia está lista para reanudar las conversaciones, pero que ahora le toca a Ucrania mover sus fichas. Es difícil saber qué pensar: más allá de esos vaivenes, Rusia no tiene intenciones serias de terminar el conflicto.
Ucrania, Estados Unidos y nuestros aliados europeos necesitan hablar con Putin en su idioma: el de la fuerza. En la práctica, esto significa fortalecer a Ucrania en lo militar, con la aceleración de las entregas de piezas de artillería avanzada y vehículos blindados, y en lo económico, con ayuda financiera adicional. También se deben incrementar las sanciones contra las exportaciones rusas, con el bloqueo de las transacciones de sus bancos y la restricción de su acceso al comercio marítimo. Hay quienes quizá pongan reparos al precio que implica este apoyo. Pero la alternativa, un Putin envalentonado, es mucho peor.
Estoy profundamente agradecido con Estados Unidos y, en lo personal, con mi amigo y homólogo, el secretario de Estado, Antony Blinken, por toda la seguridad y otro tipo de asistencia que el país nos ha proporcionado. Asimismo, estoy inmensamente agradecido con todos nuestros socios en Europa y en todo el mundo que respaldan a Ucrania en este momento difícil.