Así no se cambia a una nación

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Por Román Revueltas Retes

El régimen de la 4T pretende transformar una realidad que, en efecto, necesita ser transformada. Llevamos décadas enteras empantanados en los mismos problemas y ninguno de los anteriores gobiernos tuvo la capacidad de emprender la colosal tarea de cambiar verdaderamente las cosas en este país.

Es un asunto de intereses creados y, sobre todo, de cálculos políticos (en el peor sentido de la palabra) para seguir procurando los provechos y beneficios de siempre.

El desprestigio de la política —así de necesarísima y noble que pudiere ser, en sus orígenes, como la gran herramienta para manejar los asuntos nacionales— resulta de quienes la ejercen sin escrúpulos y sin la más mínima consideración por el bien común.

La cortedad de miras de los sujetos que llevan las riendas de la cosa pública no es necesariamente tal —suelen ser, ellos mismos, personajes muy avispados (o solían serlo)— sino una simple decisión, dictada por la conveniencia, de no atender temas que pudieren entrañar un costo a pagar en las urnas.

La democracia es un gran sistema pero cuando se reduce a una cuestión —tan imperiosa como inaplazable— de no perder elecciones, entonces deja de representar la voluntad popular y se vuelve una maquinaria al servicio de unos cuantos, a saber, un aparato para el uso de oportunistas adherentes a un partido político o sectarios seguidores del régimen en funciones.

No estamos hablando, en los hechos, de elecciones fraudulentas ni tampoco de arbitrariedades flagrantes perpetradas por los esbirros del sistema sino de una circunstancia en la que los intereses superiores de la nación dejan de importar para dar paso al reinado de los estúpidos, los canallas, los mediocres y los corruptos pero, eso sí, debidamente asociados, todos ellos, a su correspondiente secta partidista.

Ostentar y exhibir los colores de la tribu es cosa obligada, desde luego, pero mucho más rentable es sumarse al grupo en el poder y, a partir de ahí, cosechar rentas y prebendas. Y, con ese propósito, de lo que se trata, sobre todo, es de no agitar las aguas, de no meter ruido y de seguir el curso de la corriente.

Así no se cambia a una nación.

Y, pues sí, estamos enterados. Lo seguimos viendo. Cada día que pasa.
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